Me hace pensar en la vez que vi a un conductor de tren bailar algo semejante al jazz y sin pensarlo, me uní a sus pasos y él se sorprendió. Él se sorprendió de ver que alguien quisiera seguirle los pasos. Yo me sorprendí de sentir la gran diferencia que ese pequeño momento hizo en mi día, que recuerdo hasta ahora muy lúcida mente aunque fueron solo 20 segundos.
Es un ensayo hermos y los poemas ni se diga. Podemos hacer que este paso por la vida no sea tan doloroso y disfrutar de las pequeñas cosas que nos ofrecen las personas que nos rodean, los animales y las cosas. Gracias por eso. Abrazos.
Lucas hace un tiempo pensaba en la rigidez de movimientos que exige la solemne cotidianidad, haciéndonos temer de levantar los brazos, hacer temblar nuestras piernas, gesticular de manera exagerada o brincar.
Tu ensayo me movió, y me hizo recordarme que tengo una promesa conmigo, mi cuerpo y mi alrededor, siempre estar abierta a dejarme envolver por la locura sagrada, aquella que abre sus alas para crear, danzar y cantar como pájaros agradecidos.
Es sorprendente, Aranza, todo lo que cuesta andar con los brazos más arriba de la cintura. Bailar en público me ha puesto frente a esa verdad: el cuerpo se agazapa. No está mal agazaparse, claro, pero incluso se agazapa en la dicha. Y eso es raro. Qué haya baile y canto, como pájaros agradecidos. Gracias por leer. ¡Alegría!
Parce, mi Lucas, recibí el solsticio de verano bailando salsa. Fui a un parche de música en vivo muy temerosa de encontrarme con un espacio machista e inseguro, pero me arriesgué, así toca porque sino, cómo?
Y gratamente sorprendida con un territorio cuidado y bonito. Bailé, bailé, bailé. Bailé como las rolas bailamos salsa, que es lo peorcito por allá, pero por acá se admira y todo. Desde que llegué me enamoré de todas las personas que estaban en el recinto. Gente parchada que bailaba sola, parejas, tríos, grupos. Todos con pintas bellas y festivas. El que más me llamó la atención fue un señor casi calvo de barba larga larga y canosa. Tenía un estilo precioso de movimiento, muy arlequín y juguetón, performatico el hombre.
En un momento pasó frente a mi, y le hice un movimiento con los hombros, como de mapalé, le sonreí como en aprobación y gratitud a que estuviera allí. Me sacó a bailar. Aún conservo códigos machistas y binarios, seguramente no me hubiese atrevido a sacarlo yo a bailar, sin embargo supe que con lo que hice abrí la puerta para decirle bailemos, y él con su valiente personalidad dió el paso.
Que chimba, parce, esa danza fue juego, intimidad, risa, placer. Bailar es político. Ojalá me atreva pronto a seguir tus pasos mi Lucas y por ende los de aquella señora. Un abrazo
Me hace pensar en la vez que vi a un conductor de tren bailar algo semejante al jazz y sin pensarlo, me uní a sus pasos y él se sorprendió. Él se sorprendió de ver que alguien quisiera seguirle los pasos. Yo me sorprendí de sentir la gran diferencia que ese pequeño momento hizo en mi día, que recuerdo hasta ahora muy lúcida mente aunque fueron solo 20 segundos.
La extrañeza cotidiana es memorable. Qué haya baile, Rolita, qué nunca falte. ¡Alegría!
Es un ensayo hermos y los poemas ni se diga. Podemos hacer que este paso por la vida no sea tan doloroso y disfrutar de las pequeñas cosas que nos ofrecen las personas que nos rodean, los animales y las cosas. Gracias por eso. Abrazos.
Gracias a ti, por leer, María Cristina. Y sí, podemos acompañar la vida para que no sea tan arduo. ¡Alegría!
Lucas hace un tiempo pensaba en la rigidez de movimientos que exige la solemne cotidianidad, haciéndonos temer de levantar los brazos, hacer temblar nuestras piernas, gesticular de manera exagerada o brincar.
Tu ensayo me movió, y me hizo recordarme que tengo una promesa conmigo, mi cuerpo y mi alrededor, siempre estar abierta a dejarme envolver por la locura sagrada, aquella que abre sus alas para crear, danzar y cantar como pájaros agradecidos.
Es sorprendente, Aranza, todo lo que cuesta andar con los brazos más arriba de la cintura. Bailar en público me ha puesto frente a esa verdad: el cuerpo se agazapa. No está mal agazaparse, claro, pero incluso se agazapa en la dicha. Y eso es raro. Qué haya baile y canto, como pájaros agradecidos. Gracias por leer. ¡Alegría!
¡Qué bonito!: "Mantenerme girando con el mundo".
Gracias por leer, Carlos. ¡Y a girar! ¡Alegría!
Bailando deteniendo el tráfico... Cómo una canción de Paloma San Basilio... Que crack Lucas... A seguir bailando...
Hombre, Emilio, el tráfico sigue, yo a lo sumo detengo mis moscas. ¡Alegría!
Parce, mi Lucas, recibí el solsticio de verano bailando salsa. Fui a un parche de música en vivo muy temerosa de encontrarme con un espacio machista e inseguro, pero me arriesgué, así toca porque sino, cómo?
Y gratamente sorprendida con un territorio cuidado y bonito. Bailé, bailé, bailé. Bailé como las rolas bailamos salsa, que es lo peorcito por allá, pero por acá se admira y todo. Desde que llegué me enamoré de todas las personas que estaban en el recinto. Gente parchada que bailaba sola, parejas, tríos, grupos. Todos con pintas bellas y festivas. El que más me llamó la atención fue un señor casi calvo de barba larga larga y canosa. Tenía un estilo precioso de movimiento, muy arlequín y juguetón, performatico el hombre.
En un momento pasó frente a mi, y le hice un movimiento con los hombros, como de mapalé, le sonreí como en aprobación y gratitud a que estuviera allí. Me sacó a bailar. Aún conservo códigos machistas y binarios, seguramente no me hubiese atrevido a sacarlo yo a bailar, sin embargo supe que con lo que hice abrí la puerta para decirle bailemos, y él con su valiente personalidad dió el paso.
Que chimba, parce, esa danza fue juego, intimidad, risa, placer. Bailar es político. Ojalá me atreva pronto a seguir tus pasos mi Lucas y por ende los de aquella señora. Un abrazo