022. Algunos apuntes sobre la enseñanza de la lectura
Contenido: 1 ensayo, 1 foto, 15 poemas, 1 mensaje
Algunos apuntes sobre la enseñanza de la lectura

Este viernes en el taller de Bolivariana uno de los participantes me hizo una pregunta a la cual, independiente de su formulación, nos hemos enfrentado todas las personas a quienes nos interesa la enseñanza de la lectura. ¿Cómo abordamos en los espacios que acompañamos la promoción de la lectura como hábito y qué preferimos que lean nuestras estudiantes? En ese momento, aprovechando el espacio, puse por primera vez por escrito en el tablero un par de apuntes mentales a los que llevo un tiempo dándoles alimento. Sea, el texto que sigue, una oportunidad de profundizar en ellos, con la esperanza de que esta forma de pensar en público y en colectivo nos permita, a quienes este tema nos atraviesa, darle forma a prácticas concretas que encaminen las posibilidades.
La primera impresión de mis reflexiones es que al menos en el gran foco de la conversación nos estamos haciendo las preguntas equivocadas: qué y cuánto. El diálogo público no especializado sobre la lectura apunta en sus informaciones a responder esas dos preguntas. Basta mirar los reportes luego de las ferias del libro, los resúmenes de las instituciones, las notas en la contratapa de los periódicos, los artículos luego de las encuestas de caracterización lectura. Nos preocupa saber qué lee la gente. Nos preocupa saber cuánto lee la gente. Así tenemos siempre actualizadas listas de los libros más comprados (y equiparamos eso a lo más leídos) y calibramos nuestro barómetro de acciones alrededor de la cifra de libros leídos por cabeza en promedio a nivel anual. Nos arrancamos el pelo con indignación porque la autoayuda encabece las primeras, y anhelamos la cifra sueca de lecturas por sueco asumiendo en ella una balanza de desarrollo.
Antes de desestimar ambas preguntas me permito argumentar su papel ideal dentro de un ecosistema lector, que dista de ser el que actualmente ocupan.
La pregunta por el “qué” lee la gente tal vez tiene un sentido profundo desde un horizonte que plantee un ambiente donde la crítica literaria cumple el papel de trazar cánones y conexiones que apunten a una u otra apuesta política específica. La sugerencia de qué leemos como comunidad no debería estar desprovista de la pregunta sobre qué tipo de comunidad queremos ser. Aquí entran a jugar los cuerpos de lectura de las asignaturas universitarias, o el plan lector de los colegios y demás instituciones educativas. Aquí entra el papel del crítico de arte como una guía entre la marejada de publicaciones, señalando dónde puede estar aquella que mejor sirva a lo que sea que dicha crítica establece como deseable (esto atravesado, por supuesto, por una reflexión necesaria sobre el papel del arte en la vida).
La pregunta por el “cuánto”, por su parte, serviría como un diagnóstico incompleto en términos de comprensión de un hábito. Mayor cantidad de libros leídos indican, en la mayoría de los casos, la incorporación de un hábito lector dentro de la cotidianidad de las personas, y eso (la apuesta por la lectura como parte cotidiana de la vida) puede revestir algún interés.
Sin embargo, ambas preguntas en la conversación pública actual están netamente atravesadas por la discursividad estéril del mercado. “Qué” y “Cuánto” se narran desde la lógica de las ventas, y aunque podemos forzar la generosidad para hacer un salto transversal que nos lleve a mirar estas cifras desde la idea de importancia o relevancia del objeto libro en la vida de las personas (después de todo los precios del libro en Colombia lo hacen un bien suntuoso), no es esta la interpretación que suele aparecer como hipótesis de trabajo, la cual termina traducida, a grandes rasgos, en la siguiente pregunta o preocupación: qué ponemos a leer a la gente para que la gente lea más.
Cabezas mejores que la mía ya han escrito sobre la intoxicación de esta torta de la moda y la cantidad, quiero ocupar lo que sigue en otra cosa, quiero hablar de tres preguntas que desde mi perspectiva son un abordaje más fértil a la enseñanza de la lectura: cómo, dónde, y cuándo.
La pregunta por el “cómo” pareciera estar siendo atendida en los puntajes de las pruebas de comprensión lectora, que año a año minan la confianza en las futuras generaciones de Colombia. Quiero separarme de ese agorero fatalismo que parece ofrecer sólo dos opciones a la respuesta de “cómo leen las personas”: bien o mal. No me interesa responder el cómo según criterios de comprensión que terminan siendo, al enfrentar una prueba escrita, poco más que la pregunta por la asimilación correcta de cierta cantidad de información. De acuerdo, es importante dicha asimilación y su función alfabetizadora más allá de la diferenciación entre las letras es crucial para la vida. Pero hay otras respuestas al “cómo”, tonos más sutiles, pasos previos y posteriores al correcto entendimiento. Hablo de impresiones, de interpretaciones, de creación colectiva con la obra. Ahí, a mí parecer, hay un terreno fértil para la enseñanza de la lectura.
La pregunta por el “dónde” y la pregunta por el “cuándo” me interesan porque permiten la descripción de las condiciones materiales actuales y la búsqueda de la construcción de condiciones que permitan la creación de un verdadero hábito lector, sostenible en el tiempo y realmente transformador de las formas de habitar (perdonen la cacofonía) el presente. Mientras el “dónde” y el “cuándo” sigan revelando robos a la cotidianidad, pequeños espacios entre tareas, aprovechamiento de tiempos muertos en la fila de la EPS o desprendimientos de retina en el transporte público, la tarea seguirá inconclusa. Porque un dónde y un cuándo óptimos no deberían ser lujo, sino derecho colectivo. Hablo de hacer de la lectura un ritual de ocio, y sacarla del sitio al que ahora pertenece como opción de entretenimiento.
Creo que si miramos la conversación desde estos ángulos podremos intuir respuestas más fértiles, y nos daremos un respiro de la desazón y el desánimo que produce el enfoque que se le ha dado al tema de manera tradicional. No importa tanto qué leamos, ni cuánto leamos. Importa cuándo leemos y dónde leemos, y, sobre todo, cómo leemos.
¿Un par de sugerencias realmente prácticas para ponerlo a prueba y redimirme del tono tan serio de estos apuntes? Con el mayor de los gustos.
*
—Querido Lucas, quiero empezar a leer, sé que es importante, pero no me atrapan los libros, ¿podrías recomendarme un libro que de verdad me enganche y de esa manera empiece mi idilio con la lectura, y sea yo una perra más sabia, mejor informada, y con capacidad de pasar los exámenes del estado con puntuaciones perfectas?
—Querida Galilea, no, no puedo, pero sí puedo recomendarte lo siguiente sobre cómo, dónde y cuándo leer: 1) Procura leer en una mesa, así podrás tener junto al libro tu cuaderno de notas.
—¿Libro, entonces no en el computador?
—No, no en el computador, busca un libro, cualquier libro. Si no te gustan los que hay en casa saca alguno de la biblioteca, pero ten un libro, para estos momentos iniciales es fundamental que sea un libro-libro. No un audiolibro, no un pdf en el computador, no un epub en la aplicación del celular. No, un libro-libro.
—Vale, libro-libro.
—Eso, libro-libro y 1) en una mesa, sentada, leer en la cama y acostados es para lectores con hábito, si no estás ya acostumbrada a leer el leer en la cama será sólo una forma de arrullarte. Por eso la mesa, y porque además en la mesa está el cuaderno, lo que me lleva a 2) luego de leer usa el cuaderno para escribir algo sobre la lectura.
—¿Algo como un informe o un resumen?
—Algo lo que sea, literalmente lo que sea. Si te sirve alguna recomendación al respecto podría ser a) qué sentí leyendo lo que leí, b) qué frase o fragmento me parece que voy a recordar, c) qué me gustó y qué no me gustó. Sólo luego de esas tres te recomendaría pasar a d) qué fue lo que leí, de qué se trató, y a e) qué me está diciendo esto que acabo de leer sobre mi condición perruna sobre la Tierra.
—¿Perruna siempre?
—Humana, si eres un humano, o girasólica si eres un girasol. Toda escritura nos dice algo sobre nosotros, entes vivos en capacidad de lenguaje en el mundo.
—Ajá, pero yo soy una perra…
—En este momento eres un recurso argumentativo, ¿seguimos?
—AuuuUuuuauuuUaAuuu
—Perfecto. 1) En una mesa, 2) escribiendo algo después de leer, y 3) procura hacerlo al menos tres veces a la semana y reservando para ello un tiempo exclusivo para ello. Haz de cuenta que se trata de ir al gimnasio: bloquea martes, jueves y sábado, de seis y media a siete de la noche. Y respeta esos tres momentos de lectura con rigor espartano. No empieces con metas desproporcionadas tipo “voy a reservar una hora diaria”, primero porque un ajuste así en la rutina es difícil de lograr, y segundo porque sería como correr una maratón de un día para otro. No, primero ir entrenando, preparándose, aprendiendo. Media hora, dos o tres días a la semana. Y esa media hora dedícala dos tercios a la lectura, y el tercio restante a escribir sobre lo que leíste.
—¿Veinte minutos leyendo, diez minutos escribiendo?
—Exacto. Lleva el tiempo con el temporizador del celular, pero pon el celular en modo avión. Es media hora, no hay ninguna notificación que no pueda esperarte media hora.
—¿Modo avión?
—Hagamos de cuenta, Galilea, hagamos de cuenta.
—Listo. Celular en modo avión. Temporizador veinte minutos. En una mesa. Dos veces a la semana. Un libro-libro. Luego escribir diez minutos. ¿Algo más?
—Puedes invitar a Podenco para que lean el mismo libro-libro, y encontrarse una vez al mes para comentarlo, y comentar sobre lo que han escrito al respecto. Si la mesa que eliges para leer está en tu casa, bien, pero puedes preferir un espacio con menos distracciones. Las bibliotecas, nuevamente, pueden ser una opción. Es como ir al gimnasio.
—Bueno, está bien, voy a intentar así. ¿Y en serio no hay ningún libro que me puedas recomendar?
—Está bien, si te comprometes a hacer todo lo anterior creo que podríamos hacer algo respecto a las recomendaciones. ¿Hacemos un consultorio literario?
—¡Guau!
(15-06-2025)
La tarea
En un mensaje al celular Julián me agradece por leerlo, por tomarme en serio sus aspiraciones de escritor. Cómo no si yo también he estado de pie en ese abismo, si conozco las voces terribles que desde el fondo claman: “No vale la pena tanto esfuerzo, nadie leerá lo que has escrito, poco de lumbre conjugas, nada de interés imaginas”. También yo sentí las ganas de abandonar (aun ahora me visitan algunas madrugadas), y también yo encontré como por milagro y accidente voces que me insistieron en seguir. Juan David, Silvio, Paloma, Mario, Inés, Jorge, Javier: aquí voy, estoy cumpliendo la tarea; estoy cuidando el fuego. (30-10-2024)
Cosas
Hay cosas que jamás imaginé que iba a tener, que jamás pensé vivir. El tener primero es señal de mi origen donde la abundancia económica habla de la abundancia del corazón. Escribo esto con una tinta color rojo sangre pedida por Amazon, preparo café en una prensa y al mismo tiempo en una torre Kioto, vivo en el apartamento de mi niñez y estoy casado con la mujer que amo. Algunos días oímos discos en un tornamesa de verdad. No me entiendan mal por quedarme en la superficie, en la piel apenas del poema. Es sólo que nunca creí posible todo esto, nunca creí que podría tener cosas y ser inmensamente feliz. A punta de poner una palabra detrás de otra. (01-11-2024)
Mímesis de la respiración
Mi respiración imita la cadencia de la lluvia lenta cubre de rocío los campos de mis pulmones, va llevando su caudal a cada órgano remoto y allí la saben recibir como a las crecientes en tiempos de sequía. Mi respiración copia la voz dulce del agua y se hace un murmullo constante en lecho de piedra para visitar cascada los hondos surcos de mi cerebro coral y refrescar sus arideces, sus cayos y sus culpas. Mi respiración escribe en una caligrafía menudita como temiendo espantar a las palabras gota que van cayendo ordenadas sobre la hoja que es como caer sobre mi propio pensamiento. Inhalo. Sostengo. Exhalo. Repito. (01-11-2024)
Monacato
La mañana fría la siento en las piernas y me cuesta no volver a la cama a cobijarme. Prefiero descansar poco a romper la rutina y aunque no sé si eso es sensato es lo que es: una tensión aparente entre el cuerpo y el alma, entre el monje y el sibarita. Son estos días de elegir el monacato sobre todo lo demás y confiar en que es lo que es y además la decisión correcta. La felicidad de esta rutina dice que acierto, pero el frío en las piernas no desaparece. (02-11-2024)
A la desesperada
Escribir poesía a la desesperada entre reuniones de trabajo y labores domésticas y textos que te pagan por escribir. Defender estos minutos hechos de la misma sustancia que el aroma del café molido y húmedo que filtraste en el V60; estos minutos que son el esfuerzo de creer en algo más grande que tú, algo que permanece secreto y a lo que sólo los rituales nos acercan. Algo como el poema que es pequeño e inútil y que por ser lo que es no se deja capturar y permanece siempre fiel a la estatura del misterio, y siempre atento a ese llamado íntimo y absoluto que aparece siempre si lo esperas ver aparecer. (05-11-2024)
Otro himno de amor punkero
Si el día se deja le enseño los dientes y entre sonrisa y mordisco ahí nos vamos entendiendo. Así las cosas este mundo y yo como dos fieritas erizadas arrancándonos el cuero a tarascazos. Y que queda claro: ni tregua pido, ni tregua ofrezco, así me toque después embadurnarme en mertiolate el cuerpo entero. En mi ley caigo: querer gozarle al sol cada rayito y cada hebra gozarle a la brisa. Y a la vida, todo. Y punto. (05-11-2024)
Ítaca
Esta mañana mientras meditaba como cada mañana en el café tuve la certeza de que en realidad me encontraba sentado en el pasillo al lado del baño. De vez en cuando me ocurren esas cosas: vivo en dos tiempos al mismo tiempo, recuerdo recuerdos que no son míos, siento ecos en las horas que reconozco irrepetibles. Mi imaginación es un regalo poderoso. Me esfuerzo en honrarla como es debido. Por eso esta mañana cuando me teletransporté no abrí los ojos de inmediato sino sólo al sentir que estaba de regreso en el punto de partida. (06-11-2024)
Asuntos pendientes
Entre el poema y yo hay asuntos pendientes. Somos como dos viejos amigos que comparten el secreto de cierta noche juvenil que ninguno de los dos se anima a mencionar. Caminé más que borracho por el separador de la 80 y empuñé un trozo de madera como si fuera la espada del Capitán Garfio en manos de Peter Pan. Coqueteé con una metalera que guardaba una Minora debajo de la lengua y que iba más drogada que yo y los amigos míos. Escribí en una libreta con un bolígrafo robado mientras fumaba Pielroja sin filtro esperando que abrieran el Metro. Entre el poema y yo queda todavía mucha tela por cortar. (06-11-2024)
La caza
Me siento a perseguir palabras como quien caza pispirispis en las columnas de luz. En el borde del ojo las intuyo; de las grietas de la imaginación las saco como puñados de arena para levantar castillos; les soplo debajo y bailan como semillas dispersas, cada una, una flor donde mi aliento cansado deposita una historia que contará alguien más. Al final de la jornada enseño orgulloso mis manos vacías, a quien quiera mirar. Aquí está el arduo resultado del oficio que eligen mis horas más fértiles. Un pedazo de aire en el que baila la luz y que ofrezco sin pedir nada a cambio. (07-11-2024)
Parte meteorológico
Mi alma hiberna en los días lluviosos, me cuesta esbozar un pensamiento sensible y me muevo como atrapado en un cubo de fango. El cuerpo después de todo no es otra cosa que el alma cuando ordena átomos con contorno de manos y de piernas y de ojos que tiemblan en el frío. Dentro del embotamiento me esmero en permanecer atento a las señales. No sé cuáles, no sé de qué, pero aquí estoy cuando el sol o cuando la lluvia. Aquí estoy. (09-11-2024)
Manigua
Reconoces al otro lado del sueño el almizcle del miedo y un amargo hondo llena de saliva tus fauces. Quieres romperlo todo o salir corriendo o despertar cuando niño en esa casa donde todo estaba bien y en la que nunca te sentiste extranjero. Pero esa casa no existe nunca existió y bien lo sabes. Así que aprietas la mandíbula y avanzas monte adentro adentro monte oscuro para buscar la luz de la palabra e imaginar un verso en el que eres valiente. (13-11-2024)
Con firmeza y constancia
Con delicadeza arranco las hojas mustias. No uso tijeras, no las rasgo o intento no rasgarlas. Tiro de ellas con firmeza y constancia hasta que la tensión las desgaja enteras. Luego las sostengo un momento apenas, apenas un momento, antes de echarlas a la compostera, donde su muerte es algo y es vida. Así igual, con el poema. Con este poema, con todos los poemas. (19-11-2024)
En el viento
Sueño toda la noche. Despierto sólo una hora después de dormirme y me sorprende todo lo que ha pasado. Así cuatro o cinco veces. En la mañana estoy bien, fresco como una lechuga cubierta de rocío, roída por los gusanos. Tan campante en la meditación, en la escritura, regando las matas. Nadie creería que sólo unas horas antes vi caerse un avión por culpa del viento. Hasta a mí me cuesta creerlo, creer que, por supuesto, el viento era yo. (19-11-2024)
La cita
Hago la tarea cumplo con mi parte del trato. Me despierto antes de que salga el sol, me siento a respirar en posición de loto, permito que los monos de niebla me ronden y me cojan de árbol. Luego escribo cuentos hasta las seis y poemas como este mientras preparo el café del desayuno. Si el verso acude o no a la cita es cosa suya. Yo ya estoy cumpliendo con lo que a mí me corresponde. (20-11-2024)
Goteo
Antes de dormir preparo la cafetera del método Kioto y dejo a su goteo lento sorprenderme. Siete horas después en el recipiente antes vacío hay quinientos mililitros de café. Me gusta la evidencia del tiempo y su abundancia. Hay sesenta minutos en una hora y veinticuatro horas en un día. Qué decanta gota a gota de nuestro espíritu en ese prolongado intervalo. Qué llena el recipiente antes vacío luego de que su lenta corriente nos atraviesa. (20-11-2024)
La cotidianidad no es épica
Esta semana terminé de leer la versión hermosa de la Ilíada que hace Alessandro Baricco. Es un libro fruto de un esfuerzo extraño, y a mí los esfuerzos extraños me caen bien, porque son uno de mis accidentales talentos: siempre encuentro formas de empujar piedras cuadradas cuesta arriba, y curiosamente una vez en la cima no tienen lío en rodar, como si fueran redondas.
Pero no es eso lo que quiero apuntar, quiero hablar de la belleza no épica, de la cotidianidad despojada de toda pretensión de gran empresa, de gran logro, de gran aventura. La cotidianidad sencilla, repetitiva, tediosa incluso. Es ahí donde tenemos que crear una belleza que nos aparte de la otra: que nos ayude a creer que no sólo en la hazaña está lo sublime de nuestra condición mortal.
Muchos de los poemas de esta entrega van sobre eso. Son detallados en el nivel cotidiano de, por ejemplo, qué métodos para preparar café tenemos en la casa. Insisten, muchos, en la rutina, aburrida y silenciosa, con la que intento llevar mis días. Algunas semanas con más rigor que otras. Ésta, por ejemplo, me dediqué a dormir más para recuperarme de una gripa.
Me gusta este ejercicio de pasar a limpio íntegramente mi diario poético. Me confronta, también, con una suerte de humildad y de fragilidad puntuales: mostrarme ante ustedes con todo lo que en mí pueda haber de torpe, de snob, de superficial. No sé cómo la consciencia de esta publicación semanal de los poemas afecte, eventualmente, mi poética. Me aventuraré a averiguarlo. A fin de cuentas, tampoco es tan importante.
Y también tampoco es tan importante la duda, la pregunta, si acaso se me está yendo la mano en el boletín. ¿Demasiado largo? ¿Demasiadas cosas? Ahí les dejo, por si quieren darme retroalimentación.
El ensayo de hoy me ayudó a poner por escrito, por primera vez, algunas intuiciones que vengo gestando desde hace meses. Espero encontrar el tiempo para darles materia y ver qué pasa cuando las someta al contacto con la vida. Les contaré.
Próximamente voy a cumplir años. Quiero celebrarme haciendo una lectura en voz alta de algunos de los textos que escribí en ese periodo que va desde mis treinta y cinco hasta mis treinta y seis. La haría virtual, con aporte voluntario. ¿Les suena?
¿Notaron ya que he dejado muchas preguntas en este texto en particular? Digamos que es domingo y ha llovido y que es una forma de no sentir que estoy hablando solo, aun cuando la escritura es, finalmente, una forma de hablar con uno mismo. Confío y espero que también sea una forma de hablar con ustedes, a quienes, como cada vez, agradezco por leer.
¡Alegría!
- sí quiero recomendación de un libro
- sí quiero celebración de cumpleaños
- sí quiero entrar a tu club de lectura de piedras cuadradas
- no es muy largo
- exijo fotos semanales de galilea
saludos cordiales
Gracias Lucas por estos correos, por abrirte, por la cuidadosa escritura y poética.
Obvio siempre recomiéndanos libros.
Sobre la extensión, como se suele decir, en mi opinión, sí creo que pueden irse un poco largos. Y no es que se me hagan largos, que es distinto. Es que uno (yo, al menos) suele leer los mails en el celular, así sean un bocado de disfrute, y llega un punto en que la extensión así pesa. Y, bueno, porque la síntesis también tiene su encanto. Pero, en fin, lo que tu corazón te diga jejej.
Abrazo!!