017. Estado de flujo
Contenido: 1 ensayo, 1 foto, 1 haiku, 1 poema, 1 ejercicio de escritura creativa, 1 mensaje
Estado de flujo
¿Lo has sentido alguna vez? Es como un ligero desplazamiento en la superficie de las cosas, un cambio en el tiempo, un desenfoque. Una grieta que aparece en el tejido de sombras que la realidad compone, y la luz que por ella se filtra. La palabra es claridad, la sensación es abandono. Llega, no siempre, cuando escribes, cuando bailas sin que nadie te vea, cuando creas al límite de tu esfuerzo, al límite de tus conocimientos, al límite de tu talento. Entonces te dejas llevar, ves que te arrastra en su corriente y lo permites. Porque no hay nada mejor en el mundo que ceder a su empuje. Porque es como el amor, en ese sentido. Una embriaguez en la que todo cae en su sitio. En la que nada requiere explicación. Una comprensión más allá de toda comprensión.
Mihály Csíkszentmihályi lo llamó “estado de flujo”, y llegó a él persiguiendo la respuesta de qué motivaba a las artistas a seguir creando, cuando no era la recompensa o el pago por su obra, cuando toda consecuencia externa del proceso les resultaba indiferente. La respuesta estaba en una consecuencia interna: un alinearse con el propósito y dejar de ser uno para ser parte de algo que a través de uno se gesta. En los griegos aparece bajo la figura de la posesión (“Canta, oh diosa, la cólera”): las musas toman en préstamo el cuerpo del poeta y es suyo el canto y suya la melodía. Durante el barroco es la voz de Dios la que se expresa en las revelaciones de los místicos, en las complejidades de sus ficciones (que son y no son el mundo, que son y no son el sueño). Luego el romanticismo entregará a los demonios el papel de inspiradores. Y luego el oficio racional, la reflexión pausada de la modernidad donde la creación responde al juicioso estudio de la técnica, a las academias creativas, a la profesionalización del oficio.
Cómo si antes no hiciera falta también aprender a pulir la roca, cómo si siempre no hubiese existido ese paciente aprendizaje, esa búsqueda de destreza y maestría. Sólo que antes era también la humildad, la testuz agachada de quien sabe que no sabe explicar qué es lo que pasa en esas horas o en esos días, de quien comprende que no basta lo que dice conocer sobre el uso de sus instrumentos porque en el proceso hay otra cosa, ajena a sus témperas o sus tintas, a su ritmo y su prosodia. Otra cosa de la que él, o ella, o elle, es instrumento. Y es dichoso saberse sostenido entre esos dedos, y es desgastante, y al finalizar hay un agotamiento y una plenitud y una certeza. El agotamiento del deber cumplido, la plenitud de entregarse a la belleza, la certeza de que todo en la vida lo daríamos por volver a estar allí.
Las drogas y el alcohol son vanos sucedáneos de lo que nombro: sustitutos insuficientes porque mayoritariamente están volcados sobre nuestro egoísmo. Hablo de dejarse ir, de desaparecer en la historia que a través de nosotros se escribe, de fundirnos en la identidad que el amor nos inventa, de suspendernos en la ola de lo que a través de nosotras se contempla. Me ha pasado en el salón de clases, cuando mi rol de profesor y el rol de les estudiantes se difuminan, y somos apenas notas en la flauta del conocimiento; me ha pasado en el amor, cuando mi cuerpo se deshace y la carcajada que ríe en nuestros pulmones no pertenece a ninguna de las dos; me ha pasado en la literatura, cuando soy sólo la pluma con la que algo escribe, y leerle me sorprende, y en ese asombro hay arrebato y gratitud.
Si lo has sentido alguna vez sabes bien de qué te hablo. Si no lo has sentido todavía: ponte en su camino, y deja que te arrolle. Busca el hábito, dale espacio. Ya hablaremos de cómo más adelante. Por ahora, independiente de tu fe, susurra:
“Señor, haz de mí un instrumento”.
(09-02-2025)
Serenata enmarañada
Parlen sombras, siembren, alumbren; y en esta testa vetusta engraven su ingenio, insuflen el silbo sabihondo, el saber primigenio; el canto que encanto resuma, la suma de todos los cantos. Silencio, quietud y silencio que un soplo lejano se acerca y la cerca no puede franquearse: sé franco: al final nada queda ni queda la nada. Sólo un gesto que gesta una sombra que siembra, que alumbra, que parla palabras. (08-02-2025)
Como te digo una co te digo la o
Esta semana, en Guarida, jugamos partiendo del texto “Texturologías” de Julio Cortázar, cuya deliciosa ironía nunca sobra visitar. El ejercicio propuesto fue de mímica: elegir un tema, y en un juego de referentes que critican referentes, comenzar afirmando algo y concluir afirmando su opuesto. Les dejo la lectura del texto de Cortázar. Y la invitación a Guarida, que es una madriguera abierta. ¡Alegría!
Madera y búsqueda
Sobre la lámpara de mi escritorio tengo una pequeña tablilla de madera sobre la que está impresa una reproducción de los oficios de San Francisco. Fue un recuerdo del viaje con María a la Basílica de la Santa Cruz. A ambas nos gusta Francisco, su parla con los animales, claro, pero también su oración famosa.
A ambas, también, nos gusta su entrega. Porque somos seres que se entregan. Todo madero busca su incendio. “No dejaré cenizas, yo ardo para florecer”, dice Jericho Brown. Lo recito mentalmente y espero que todas estas flamas sirvan para echar retoños.
Gracias por leer.
¡Alegría!
Me encantó, Lucas! Creo que podría incluso traspolarse a la vida: entregarse al flujo de la vida. Dejar que la vida nos viva.
Y que sea la vida la que viva a través de uno mismo
“Ya no soy yo, si no él (ella, aquello, aquella) quien vive en mi”
Gracias!
Lo he sentido. No hay nada que se le compare. 🙌🏽